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Espacio natural, sabor propio

LOS PAISAJES DEL AGUA EN LA SIERRA DE LOS FILABRES

23 enero, 2014 | Comment

El paisaje actual de la Sierra de los Filabres ha sido modelado históricamente por la actividad humana, pues es un espacio ocupado desde tiempos remotos, donde el Valle de Almanzora actúa como un corredor natural desde la costa almeriense a la Hoya de Baza.

Tras la invasión de los árabes y beréberes fueron fundadas muchas poblaciones que se adaptaron a las dificultades del terreno mediante la construcción de complejos sistemas hidráulicos de abastecimiento (aljibes, minas) y de riego (acequias, atanores), conjugados con obras de retención de agua y tierra (balates) para la acumulación de suelo. Esta solución también ha sido utilizada profusamente en secano para acopiar suelo y escorrentías, tanto en laderas como escalonando barranquillos y vaguadas a fin de aprovechar las escorrentías producidas en las laderas inmediatas. En los bancales se perpetúan  almeces, moreras, nogueras, algún castaño, higueras, granados y, en la actualidad, olivos y almendros. En el siglo XV se contaban en Bacares hasta 180.000 morales, con los que  presumían de producir la seda de mejor calidad. Los almeces fueron muy extendidos, al suministrar astiles  y mangos para las herramientas para la industria minera y, sobretodo, en época de grandes construcciones como la del puerto andalusí de Almería.

Actualmente los cursos de agua continuos se sitúan todos en la parte occidental de la vertiente norte: río del Saúco, de Los Santos, Bacares, Sierro, Laroya. Los más caudalosos: Los Santos y Bacares porque cuentan con una gran cuenca de recepción en las mayores altitudes, donde se ven beneficiados de la lenta fusión de la nieve. Antes de los años 80 estuvieron funcionando como ríos aunque con un régimen muy irregular, pero a partir de esa época se hace palpable una disminución de las precipitaciones, lo que provocó que alguno de ellos se quedaran casi secos o secos durante el verano.

Las lluvias y nieves serranas alimentan muchas fuentes. Martinez Ocaña (1975) menciona 15 fuentes antiguas y 22 nuevas. Destacan la del Conde, al pie del Calar del Gallinero,  y la del Layón o La Rosariera,  cuya agua procede de manantiales junto al barranco del Lucero, en la umbría del cerro del Layón. Esta agua han sido utilizadas por el hombre tradicionalmente para regar sus cultivos, en complejos sistemas de bancales y sistemas de riego que datan desde la época árabe. Prueba del uso secular del agua es el gran número de molinos distribuidos por toda la sierra, habiéndose mencionado más de 31 en 1975, algunos aún en uso en esas fechas. Algunos de los molinos más característicos de la Sierra de Filabres se encuentran en la confluencia de los barrancos del Royo, la Mujer del Manto y de la Ricarda, en Castro de Filabres, donde aparecen los restos de 4 molinos, alimentados por una mina de agua y un aljibe. En la solana de las últimas estribaciones de la Sierra de Baza, dónde comienza la Sierra de los Filabres, en el barranco de las Cañadillas, con sus molinos legendarios, su antigua almazara hidráulica y la fuente de los Siete Caños. Dos molinos en Bacares, en la confluencia del Barrancón y el arroyo de Los Frailes, que forman el río Bacares y el barranco de En medio, uno por encima del dique de contención de sus aguas (parado desde principios del siglo XX) y otro por debajo, que trabajaba todavía en la época de los setenta, oculto entre el follaje frondoso de sus riberas. Otro molino en el arroyo de En medio y tres más en el río Bacares. Merece la pena destacar la Noria de Tahal (abandonada) y la Fuente del Marqués. De la cultura del agua de Serón y de sus molinos se habló ampliamente en esta revista en los números 44 (abril de 2011) y 45 (agosto de 2011), respectivamente.

En la actualidad los cultivos de huerta se reducen casi exclusivamente al ruedo de los núcleos rurales, y el paisaje del agua de la Sierra de los Filabres ha desaparecido prácticamente en su totalidad, quedando un conjunto de antiguos bancales y paratas, muchos abandonados y otros cubiertos por cultivos leñosos de muy baja productividad. La falta de mantenimiento hace que los pequeños desmoronamientos se agranden y que se vaya perdiendo el suelo acumulado.

Un aspecto singular de la importancia de los enclaves acuáticos de la Sierra de los Filabres, en particular los de origen antrópico, es la conservación de la fauna. Un trabajo de González Miras et al. (2002) pone en evidencia la importancia de su existencia para la conservación de especies de anfibios.

 

Fuente: Los territorios del agua: Sierra de los Filabres, de Rafael M. Navarro Cerrillo y Carlos Carreras Egaña.

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