
Paseando a lo largo de la Vía Verde nos hemos encontrado un almendro que hemos fotografiado para esta sección, que tiene un perímetro de 3 metros en la zona más delgada de su tronco, a media altura. ¡Impresionante!.
El almendro tiene su origen en las regiones montañosas de Asia central, donde es cultivado desde épocas remotas (5000 a 4000 a. C.), y a través de rutas comerciales, por todas las civilizaciones primitivas. Se difunde por la cuenca mediterránea por cuatro corrientes diferentes: fenicios, griegos, romanos y árabes. Parece que las primeras semillas son introducidas por los fenicios unos 2.000 años A.C. Los griegos son los primeros en cultivar la semilla, pudiendo ser contemporáneo de Alejandro Magno (s. IV A.C.). En el periodo de expansión del Imperio Romano hay un nuevo impulso en su difusión por la cuenca mediterránea. Finalmente serán los árabes durante los siglos VI y VII, quienes culminen el proceso de difusión del almendro. En la cuenca mediterránea las plantaciones se hicieron en ladera, para evitar heladas, a partir de semillas, en suelos pobres y en condiciones marginales, dada la predisposición de la especie a tolerar condiciones difíciles de cultivo. España es en la actualidad el segundo país productor tras Estados Unidos.
Florece en febrero, cuando la temperatura sobrepasa los 6º C, y dura 20 ó 30 días. Por su espectacularidad se cultiva en jardinería, ya que antes de aparecer las hojas la copa explota en una exuberancia de pequeñas flores blancas que resaltan aún más por el hecho de que la mayoría de los árboles se mantienen con el aspecto yerto del invierno.
La almendra tiene propiedades calmantes y narcotizantes que se conocen desde muy antiguo, la utilización medicinal de este fruto estaba ya muy extendida en la farmacopea medieval. Nutricionalmente las almendras son ricas en proteínas y fósforo, tienen mucho aceite, más calcio que la leche y más hierro que la carne y son un reconstituyente para el sistema nervioso.
En la Grecia clásica, resultaba sorprendente que este árbol floreciera antes de que brotasen sus hojas. La mitología ofrecía una explicación: Fílide, la princesa de Tracia, se enamoró de Acamante, un joven combatiente de la guerra de Troya. Cuando ella se enteró de la destrucción de la ciudad, todos los días acudía a la costa a ver la llegada de la flota ateniense, esperando encontrar el barco de su amado. Pero este barco no llegaba. Al noveno día de infructuosa espera, la joven murió de pena, creyendo que él había muerto. La diosa Atenea metamorfoseó el cuerpo de ella en un Almendro. Al día siguiente, tras la reparación de la nave que le conducía, llegó Acamante, que sólo pudo acariciar la corteza del árbol. Fílira, desde su naturaleza arbórea, respondió a su amor floreciendo de repente, sin echar hojas. Todos los años, los antiguos atenienses danzaban en honor de los enamorados, de la misma manera que los almendros siguen manteniendo su peculiar floración hasta la actualidad.
Se cuenta que uno de los reyes musulmanes de Granada sembró en una ladera próxima a la Alhambra una multitud de almendros que cada primavera explotaban en una exuberancia de flores blancas, para de esta forma alegrar a su esposa, hija del rey de Navarra, que añoraba las cumbres nevadas de su tierra natal. El Infante don Juan Manuel, sobrino de Alfonso X “el sabio”, menciona ese hecho como ocurrido en Córdoba, ciudad que fue conquistada por el reino taifa de Sevilla en la época del rey poeta al-Mu’tamid, cuya favorita fue al-Rumaykiyya.
MAITE ACOSTA CHITO
ABRIL 2011