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Espacio natural, sabor propio

ENCINA LAS MENAS

12 enero, 2016 | Comment

Hay una encina centenaria que más que ninguna de las otras encinas o árboles emblemáticos que hemos mencionado en esta sección ha sido testigo silenciosa del transcurrir humano de los habitantes de Serón a lo largo de su tiempo y su historia. La encina que ha crecido durante años a escasos metros de la Casa de los Técnicos en el Poblado Minero de las Menas de Serón.

Probablemente esta encina nació en el originario bosque mediterráneo que era nuestra Sierra de Filabres. Tiempo atrás de este hecho, más atrás aún, tras las expulsión de los moriscos y la repoblación cristiana (1578), la sierra alta fue poblada por comunidades cuya dedicación tradicional fue la  ganadería ovina y caprina, lo que fue produciendo una expansión de los pastizales y la disminución, en consecuencia, del arbolado. Las manifestaciones de esta actividad alternaban en las vertientes media y baja, con el paisaje agrícola y campos abiertos de cultivos en bancales regados con agua procedentes de las “minas” o elevada desde las ramblas, herencia de un sistema agrícola morisco.

En el s. XVII comenzó una fuerte actividad roturadora que alcanzó su máxima intensidad en el s. XIX, coincidiendo con la  expansión de la minería para la obtención de hierro y plomo. Esta actividad provocó un notable incremento demográfico y una expansión agrícola de subsistencia donde primaba el cultivo de cereales panificables lo que afectó profundamente a los bosques que aún se conservaban pues, además, se extraía madera para el consumo de la creciente población y los espacios desforestados se aprovechaban de pastizales para el ganado en verano.

En 1930 se produjo ya la gran crisis  de la minería almeriense pero no fue hasta los años 60 cuando la Sierra de los Filabres, las Menas de Serón, sufrió el más importante abandono poblacional ante el cierre de las minas.

Estos procesos desencadenaron un importantísimo retroceso del bosque y monte mediterráneos, de las que nuestra encina se fue salvando milagrosamente, pues llegó a cultivarse incluso en las pendientes bajas de Calar Alto, a casi 2000 m. de altitud. Prácticamente sólo quedó el pinar de Bayarque y el encinar de Bacares.

Posteriormente, gran parte de bancales y paratas se plantaron de almendros.  Y poco después, en los años sesenta y setenta sobretodo (1955-1983), se realizaron importantes forestaciones con diferentes especies de confieras entre las que destacan por su extensión Pinus Halepensis, P. Pinaster, P. Nigra, aunque en algunos sectores cumbreños se utilizaron también Pinus Sylvestriy y Cedrus Atlántica.

Durante muchas décadas el bosque recién plantado fue creciendo alrededor de nuestra encina y de todas las edificaciones mineras abandonadas, derruidas por el paso del tiempo y la acción humana. Hace unos quince años se empezó a recuperar el patrimonio del poblado de Las Menas y particularmente la casa de nuestra encina que está en proceso de convertirse en futuro Centro de Interpretación de la Historia Natural y la Biodiversidad de la Sierra de los Filabres, incluido en el futuro Parque Forestal.

Un único árbol testigo del devenir de nuestra historia humana en las Menas.

 

Fuente: Estudio “Influencia de las repoblaciones forestales en la evolución de las comunidades vegetales y orníticas de la Sierra de los Filabres” (Serón, Tíjola, Bayarque, Bacares, Sierro y Velefique)  del Departamento de Geografía de la Universidad Autónoma de Madrid.

AGOSTO 2010

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