Blog Turismo Serón

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Los Canos de Serón

28 mayo, 2019 | Comment

Los Canos es una barriada de Serón ubicada en la Sierra de los Filabres, en el barranco de Las Casillas, poblado colgado literalmente de la montaña y parece que su origen se remonta a los carboneros que se ubicaron en este barranco para elaborar carbón vegetal y picón de las numerosas encinas que existían en este lugar, comienzan edificando chozas, para que vivieran los carboneros y posteriormente boliches para almacenar el carbón elaborado, con el paso de los años comienzan a construir las primeras casas, de los materiales que existían en la zona, piedras, pizarra, y launa. Aparecen las primeras familias, y según nos cuentan, parece que algunas de ellas proceden de la zona de Baza, el asentamiento se ve favorecido por la explotación minera de los cotos de Serón- Bacares.

Encontramos datos en el nomenclátor de 1940, donde aparecen Los Canos y Las Casillas en la Diputación de Casillas, con categoría de cortijada. Dista de Serón 11 kilómetros, por el acceso más cercano, que era el antiguo Camino de Almería, La Loma y El Serval. En esta época cuenta con 12 edificaciones para uso de vivienda y una para otros usos. Son construcciones de una sola planta, con una población de 70 habitantes de derecho y 50 de hecho.

Los Canos comienza a quedarse sin población en los años cincuenta y sesenta, quedando prácticamente vacíos en 1968, cuando cierran las minas de Las Menas, quedando en el poblado Amador Mateo Cano y el matrimonio formado por Benito Cano López y Maravillas Mateo Martínez que dejan Los Canos casi obligados por sus hijos para venir al pueblo de Serón, ya que la barriada no tenía ni luz, ni agua corriente y el acceso a la misma debía de hacerse a pie o con animales de carga. No existía, ni existe carretera, para acceder a este abrupto lugar, accediéndose a él por un camino empedrado desde Aldeire (Alcóntar) o por el Camino de Almería, dado que está literalmente colgado de la montaña.

Un poco de historia y anécdotas de esta cortijada, que según Antonio Jesús Sánchez, podría ser nuestro Machu Picchu particular. Comenzamos haciendo una entrevista a Herminia Cano Cano que nos relata historias de sus padres, abuelos y de ella y su hermana Antonia.

Mi familia procede de Los Canos, mis abuelos eran Benito y Maravillas, tuvieron ocho hijos, lo normal en aquellos tiempos, todos marchan a Barcelona, menos Antonio, mi padre, que vivirá en la cortijada hasta 1962, compra casa en Serón y nos establecimos en el pueblo. Mi padre se llamaba Antonio Cano López y mi madre María Cano Mateo, eran primos y tuvieron que pedir dispensa al Papa y en casa siempre comentaban que la Iglesia les cobró 500 pesetas que era una cantidad muy elevada para la época, se celebró la boda en la barriada de La Loma, situada relativamente cerca y de la que dependían para los cultos religiosos, tuvieron cinco hijos.

Mis abuelos se quedaron en Los Canos y mi madre nos llevaba a verlos con frecuencia, lo que más recuerdo y me encantaba era ir de matanza a casa de mis abuelos. Cuando llegaba el frío, en la Navidad, mi madre, nos montaba en la burra y el viernes a las 12 del mediodía salíamos de Serón hacía Los Canos, tomábamos el Camino de Almería, pasábamos por La Jordana, el Marchal del Abogado, La Loma, El Serval, saltábamos el monte y allí en lo alto de la montaña estaban Los Canos, se llegaba por la parte de arriba. Tardábamos casi cinco horas en recorrer los 11 kilómetros de distancia que separan ambos puntos, con sus paradas para que la burra bebiese agua, llegando a Los Canos cuando empezaba a anochecer.

El sábado, comenzaba la matanza muy temprano, con el sacrificio del cerdo, la casa de sus abuelos estaba en un terraplén, tenían que bajar al río, a lavar las tripas, a veces tenían suerte y podían lavarlas en una acequia que pasaba por la mitad de la barriada, buscar la leña, para calentar y cocer las calderas de morcillas. El domingo se hacían los chorizos y el salchichón y se acaba la matanza, era un día de diversión, sin olvidar lo duro del trabajo.

Cuenta Herminia que tenían los corrales muy pegados al barranco y un día al ir a dar de comer a los cerdos uno de ellos se salió de la cuadra y se despeñó por el cortado, cayendo al río. El cerdo se mató y adelantaron la matanza, ya no tuvieron que venir los matarifes.

Los Canos, como la mayoría de las barriadas y cortijadas de Serón, tenía escuela, ubicada en la parte alta del poblado en lo más llano y a Herminia le gustaba visitarla, recuerda a un maestro que le regalaba tizas, cuadernos, lápices de colores, libretas y borradores, a cambio ella le limpiaba la sala donde unos 12 niños asistían a clase, era la época en que muchos de sus habitantes ya no vivían en la aldea, porque en los sesenta el numero era de unos 25, todos los años el Ministerio mandaba un maestro o maestra y se recuerda a la maestra Amalia que fue una de las últimas y que algún año no llegaba ninguno y hacía de maestra Angelita, una mujer de Aldeire, con conocimientos básicos de lectura, escritura y matemáticas, era una escuela unitaria, todos los alumnos juntos y de todas las edades; niños y niñas aprendían lo básico en un libro y en las libretas de dos rayas, para no salirse y lo más difícil y complicado, los dictados. Las clases se impartían por la mañana y por la tarde.

Hemos entrevistado también a Carmen Lorenzo Mateo y a su hermana Antonia, ellas dejan Los Canos en 1959 o 1960 y nos cuentan que la mayoría de los hombres iban a trabajar a la mina, tenían que madrugar mucho, la entrada era a las siete de la mañana y los desplazamientos se hacían a pie y tardaban unas dos horas en llegar al puesto de trabajo, cuando acababa la jornada laboral de ocho horas, volvían a casa con el pan que la empresa repartía diariamente y una vez a la semana, con la leña. Si era el tiempo de siega, después de la jornada laboral, es decir, doce horas, ocho de trabajo y cuatro de desplazamiento, se paraban a segar los cereales cultivados ya que todos los habitantes de Los Canos tenían tierras para cultivar.

Los hombres que no iban a la minas trabajan picando esparto, recogiendo leña (solo la suya ya que existía un guardia que cuidaba que nadie cogiese leña del monte sin permiso), cuidando a los animales u ocupándose de la agricultura.

Las mujeres, eran las grandes trabajadoras silenciosas, ellas se ocupaban de todo: la crianza de los niños; las labores de la casa: lavar era lo más complicado, si la acequia que atraviesa el poblado iba sin agua, tenían que bajar a lavar al río, a veces, el agua estaba helada, tenían que romper el hielo con la mano para poder introducir la prenda y sacarlas pronto por miedo a la congelación, acabada la colada debían de subir hasta la casa, ahora con peso extra, al llevar la ropa mojada; hacer la comida, por la mañana era normalmente unas migas y por la noche una olla de cocido; amasar y hacer el pan que solía hacerse una vez a la semana o cada quince días dependía de las necesidades; coser y zurcir las ropas de todos los miembros de la casa; mantener en orden el hogar; cuidar los animales, conejos, pollos, gallinas, la cabra, el mulo o la burra y los cerdos; y por supuesto cuidar la huerta. Su jornada laboral era de veinticuatro horas, siempre al servicio de los demás.

Disponían de partera, que ayudaba a las mujeres a dar a luz y era la Abuela Ricarda (abuela de Carmen y Antonia), los niños y niñas nacían en las casas y ella iba a ayudarlas, en una ocasión Remedios Cano López (tía de Herminia y de Antonia), se puso de parto de gemelos, el primer niño nació en Los Canos, pero el segundo no nacía, tuvieron que hacerle unas parihuelas y llevarla hasta Las Menas, para recibir asistencia médica, el trayecto era de dos horas y no recuerdan exactamente que pasó cuando llegaron a Las Menas, pero parece que el niño no sobrevivió al parto, que debió de ser muy doloroso. Otras mujeres parían directamente en la era o en la siega, acurrucaban al niño, le daban la primera toma y lo dejaban descansando y continuaban sus labores, con la misma fuerza y entereza que antes del parto. Eran mujeres duras y curtidas por el trabajo y el sufrimiento. Acostumbradas a perder hijos por la mortalidad infantil e incluso a morir muchas de ellas en el parto, si este venía con alguna complicación. El cuidado de los hijos, también les correspondía y cuenta la leyenda, que al ser una cortijada colgada de la ladera y bastante escarpada, para evitar que estos cayesen al barranco los ataban a la pata de la cama o a la puerta de la casa, por miedo a que se despeñasen, como pasó con el cedo.

Los Canos, eclesiásticamente dependían de la Parroquia de La Loma, allí se celebraban todos los actos religiosos: bautizos, comuniones, bodas, entierros, oficios… y su párroco durante muchos años fue Don José. El Campo Santo también se encontraba aquí.

En Los Canos eran casi autosuficientes, cultivaban la tierra, tenían animales y además trabajaban en la mina, el sueldo era muy pequeño pero les dio para ahorrar y comprar casas en Serón o emigrar a Barcelona. De la tierra obtenían centeno, cebada y trigo que guardaban en los trojes, después de realizar la trilla en las tres eras que tenían que eran comunales, el grano lo molían en el molino de Aldeire. En primavera y verano cultivaban hortalizas, patatas, habichuelas que enristraban y secaban para gastarlas en invierno, guisantes, habas, pimientos, tomates, maíz… tenían algunos almendros y frutales y en las márgenes de los bancales unos pocos olivos.

En septiembre se hacía el vino en el jaraíz que tenían en las casas, éste se vendía en los pequeños comercios que existían en Los Canos, uno de ellos era del padre de Herminia y Antonia y otro era del padre de Antonia y Carmen. En estos establecimientos se vendían aquellos productos que no podían conseguir de forma autosuficiente, como el arroz, el aceite, las medicinas o las especias que eran necesarias para las matanzas, para el avituallamiento de estos productos, las mujeres cogían sus mulos o burras y se desplazaban los viernes hasta el mercado de Serón para comprar todo lo que necesitaban. En ambos locales se hacían bailes los sábados, a estos guateques acudían hombres de otras localidades y Antonia Lorenzo conoció a su marido en uno de ellos, en estos locales se vendía vino y pasaban una velada muy divertida que era amenizada por los músicos del pueblo que tocaban el laúd, la bandurria y la guitarra. Ya en época más moderna, y en la casa de Herminia, su padre compró una radio y ésta se usaba de orquesta. A veces los bailes se hacían en las casas de los vecinos, pero lo normal era celebrarlos en estos dos establecimientos.

La visita a Los Canos la realizamos junto a Antonio Jesús Sánchez Zapata, que quería realizar un artículo para la sección “Aldeas y Cortijadas abandonadas de Almería” de La Voz de Almería. Lo acompañamos a conocer Los Canos, él además realizó un video con dron que pueden ver en el siguiente enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=lmc8fJuwU_A.

Nosotros accedimos a la cortijada de Los Canos por Aldeire, una vez que llegamos a la barriada, la atravesamos y nos dirigimos al río, ascendimos por él hasta encontrar el camino de piedra que nos llevó a la cortijada de Los Canos.

María Isabel García Sánchez

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